rss
email
twitter
facebook

3.8.13

El accidente del tren de Santiago... ¿por qué?

El descarrilamiento del tren de alta velocidad en las cercanías de la ciudad de Santiago de Compostela es uno de esos hecho que deja sobrecogido el corazón de cualquier persona de bien.
¿Cómo quedar impasible ante el dolor, ante la pérdida de vidas humanas, el sufrimiento de los heridos y de los familiares de las víctimas?

Todos los veranos mueren en España decenas de personas en accidentes de tráfico. Por desgracia, este suceso es mucho más mediático y "espectacular", si se me permite la expresión. No deja de ser terrible tanto lo uno como lo otro.


El pueblo gallego ha dado una lección de solidaridad. Los vecinos que se acercaron espontáneamente a ayudar en la atención del siniestro, las muestras de apoyo y de cariño... infinidad de detalles.
Pero, unos días después, cabe preguntarse: ¿por qué? ¿qué sentido tiene algo así? ¿un trágico y cruel entramado del destino? ¿la mera fragilidad del ser humano que sale a relucir?

Por supuesto, la respuesta ni está clara ni será unánime.
Pero a mí me ha dado una lección, que proviene de algo en apariencia tan trivial como un gesto simbólico. En la carrera de F1 de Hungría el equipo Lotus F1 Team lució en sus monoplazas una bandera de Galicia en honor a los afectados.


Quizá sea una tontería... pero al verla me emocioné. Y no fue por el gesto en sí... sino por lo que vi en ella: ¡el símbolo del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo! La representación de Jesús Eucaristía, de la cual desconocía por completo que formara parte del emblema gallego.

Por una parte pensé: ¡qué ignorante soy, madre mía! Y por otra: ¡cómo no!
Y es que no sabemos el tesoro que tenemos en España con la tradición cristiana. ¡Generación perversa, que ha olvidado la fe de sus mayores y los valores que tienen la capacidad de hacernos mejores y sacarnos adelante!

Porque - no me cabe la menor duda - una mirada de fe es necesaria para poder superar acontecimientos como el del tren descarrilado. Un sentido de la vida y de la muerte, de la casualidad y la causalidad... del bien y del mal, del sufrimiento y la recompensa, de la libertad y la responsabilidad.

Con Jesucristo por bandera todo es mucho más real, más sencillo, más coherente. Dios Padre, en su infinita bondad y misericordia, sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene, lo que nos espera y lo que pretende de nuestras vidas (y nuestras muertes).

Por eso sólo nos queda rezar y esperar. Nunca sabremos 'la verdad' de los acontecimientos (aparentemente favorables o desfavorables) debido a nuestra torpe limitación humana. Siempre veremos la vida y la muerte como en un espejo, desfiguradas ciertamente... hasta el día en que nuestro velo sea desprendido y la Luz inunde todo aquello que hoy entrevemos en tinieblas y sombras de muerte.

Descansen en paz, y que Dios les dé el descanso eterno. Amén.