rss
email
twitter
facebook

21.2.07

Libertad o determinismo

Nada de certeza tenemos en la existencia humana. Nuestras experiencias nos hacen pensar que disponemos de libre albedrío pero ¿está justificado cree que somos realmente libres? ¿Yo soy yo y mis circunstacias o sólo la consecuencia de mis circunstancias? ¿Juega Dios a los dados? Si no fueramos libres, ¿tendría sentido nuestra vida? ¿podríamos seguir considerándonoes inteligentes?

Voluntad y sensación de libertad.

Llega un momento en la vida en que te das cuenta de que eres capaz de contradecir lo que te ordena mamá. Es un momento muy temprano. Poco a poco, normalmente, terminamos pensando que somos personas libres, con capacidad de elección. La "sensación de libertad" es única y solemos buscarla con determinada frecuencia. Queremos ser libres porque de esa manera nuestras elecciones van conformando un sentido propio a la existencia, nos vamos modificando a nosotros mismos en base a nuestra elección.
Pero, ¿y si sólo es una sensación? ¿Y si, en realidad, no tuviéramos capacidad de elección real?
Creo que hay una cuestión psicológica previa que nos inclina a creer en nuestra propia libertad. Se trata de la experiencia cotidiana de nuestra voluntad. Me recuerdo a mí mismo un día lluvioso esperando a la salida del instituto a que llegaran mis padres interrogándome a cerca del sistema nervioso. Movía mis dedos y trataba de convencerme de que lo hacía "porque yo quiero". "Míra, ves, ahora muevo este dedo porque me da la gana, ahora este otro...". ¿Puedes intentarlo tú? Elige un dedo que quieras mover y muévelo. También se puede mover directamente, " sin pensarlo", sólo enviando la orden a través del sistema nervioso periférico. A esto podemos llamarlo voluntad.
Ahora bien, si me has hecho caso y te has puesto a mover los dedos delante de tu ordenador (¿estará mirando alguién? :D) uno podría fácilmente argumentar: "Estás moviendo los dedos de esa manera simplemente porque has leído la entrada del blog, en caso contrario nunca se te habría ocurrido hacerlo". Probablemente sería cierto y tal vez aquel adolescente movía sus dedos simplemente porque había estado estudiando en clase el sistema nervioso periférico. Entonces... ¿voluntad sí pero libertad no?

El Principio de causalidad.

Antes de continuar quisiera dedicar un momento a uno de los principios tautológicos que asumimos porque no nos queda más remedio. Es el principio de causalidad que argumenta que:
"Toda causa es anterior a su efecto".
Como véis se trata de uno de los pilares del entendimiento humano, muy relacionado con el concepto de tiempo (y la percepción que tenemos del mismo). Nuestro pensamiento racinal nos dice que la explicación a un fenómeno se debe a la relación causa-efecto, siendo las causas las que justifican los efectos. Parece de perogrullo, pero no lo es.
Todas las funciones temporales, entre las que destacan las que corresponden a las leyes físicas, funcionan -en teoría- exactamente igual de bien si se considera el efecto anterior a la causa, es decir, si se invierte la direccionalidad del tiempo. Y ¿quién nos dice que nuestra percepción del tiempo no nos engaña? Hay una novela de ciencia ficción que se basa en esta idea y que propone un mundo donde, por ejemplo, las personas son cada vez más jóvenes y terminan sus días volviendo al seno materno para dividirse en dos... ((perdonamos al autor de la novela, la idea se entiende))

Futuribles.

El siguiente paso, tras asumir el principio de causalidad, es el considerar las posibilidades teóricas de un suceso. ¿Qué efectos posibles tiene cada causa?
Perdonad que el ejemplo sea tan tópico: en una tirada de dados (causa) qué resultados (efecto) son pòsibles.
En una situación real como una partida de parchís los resultados de una tirada podrían ser: 1, 2, 3, 4, 5, 6, tirada inválida (fuera de la mesa, que cae sobre una ficha...) o pérdida del dado. Cada uno de ellos con una o varias consecuencias.
Pero lo que está claso es que el dado está sometido a las leyes de la física que anulan toda una serie de posibilidades que quedan fuera incluso de las teóricas: el dado queda suspendido en el aire, el dado queda en equilibrio apoyado sobre un vértice, el dado queda de cara, el dado se desintegra, etc... Puede incluso que alguna de estas opciones fuera realmente posible, pero si se produjera sería considerado como un acontecimiento milagroso.
A mí me gusta referirme a esta limitación de las posibilidades como el futurible. Los distintos futuros que son realmente posibles, dadas las circunstancias. Por ejemplo, un futurible es que a consecuencia de la pérdida del dado que cae de la mesa mi hermano me acuse de no tomarme en serio el juego y deje de jugar. Lo más probable es que, pase lo que pase en las tiradas de dados, terminemos la partida, uno de nosotros gane y fin. Muchos de los futuribles convergen en causa común para el siguiente suceso. De esta manera se teje un árbol de futuribles donde las ramificaciones son los estados posibles de una cuestión.

La pregunta entonces podría ser: ¿determinan las causas con sus efectos que se produzca inequívocamente uno y sólo uno de los futuribles? Una respuesta afirmativa conduce al camino del determinismo.



Principios que conducen al determinismo.

Si dejamos al margen los prejuicios y tratamos de ser objetivos nos daremos cuenta de la fragilidad del concepto de libertad, pese al sentir propio y la percepción de voluntad.
De hecho, podemos resumir una serie de principios heredados del cientifismo y comúnmente aceptados que a todas luces deberían llevar al determinismo:

· Todo lo que existe es materia y energía que siguen el curso de un devenir temporal.
· La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. De la materia puede decirse lo mismo.
· La materia y la energía está universalmente sometida a las leyes físicas (que dan lugar a las leyes físico-químicas, las leyes biológicas, etc...).
· Las leyes físicas son inmutables.
· Cualquier fenómeno que no pueda ser explicado por dichas leyes -las excepciones- deben tener una explicación racional a la luz de nuevas leyes o nuevos datos de los que aún no disponemos pero que pueden y deben seguir investigándose.

De esta manera, si tomamos cualquier acontecimiento real y tratamos de formalizarlo sistemáticamente en base a estos principios nos encontraremos inevitablemente con la capacidad de predicción, ya que no existen grados de libertad.
Cierto que este tipo de determinismo explica la "aparente libertad", pero afirma que es mera apariencia. Ahí entran las teorías del caos o de la incertidumbre. En un momento dado, la capacidad de predicción de los acontecimientos futuros está limitada, pero simplemente por la falta de información ya que el "azar" está basado en la imposibilidad de precisar con exactitud matemática la situación actual.
Es largo de explicar - yo tuve el privilegio de estudiarlo en profundidad en aquella materia de "Física no lineal". Pero permitidme que ponga un ejemplo típico y utópico: el lanzamiento de dados.
Caso: si yo lanzo un dado, en el momento en que está en el aire ¿está determinado el resultado o depende de un componente de azar?
Análisis: si tratamos de simular un modelo realista del lanzamiento deberíamos saber con exactitud matemática (no hablo de dos decimales) el peso del dado, las componentes precisas de su movimiento, la geometría de la superficie a la que se dirige, la dinámica de fluídos del aire que atraviesa, etc., etc. pero si dispusiéramos de toda esa información sin duda podríamos predecir el resultado.
Conclusión: La tirada de dados, una vez que se produce, debe tener un sólo resultado posible (un futurible) aunque en la práctica no existan aún medios técnicos que nos permitan conocer cuál es.

Uno podría argumentar que, claro, una vez el dado ha sido arrojado no hay sujeto que pueda ejercer su libertad y todo es una cadena de sucesos, pero que previamente la mano que lo lanzó sí que actuó libremente. Pienso que no es difícil de entender que, sin ningún principio ni indicio que sirva de justificación, la mano se movió como resultado de otra serie anterior de sucesos enlazados por el principio de causalidad: sinápsis nerviosa, biomecánica de los huesos y músculos, intercambios de materia y energía en las células que intervienen, etc., etc., etc.
¿Cómo justificar la libertad del ser humano?

Principios cristianos de la libertad.

El cristianismo no sería absolutamente nada sin la idea del libre albedrío, de la libertad para el bien y para el mal.
¿Por qué puedo considerame libre desde la perspectiva crisitana de la existencia? Pues por una serie de principios diferentes:

· Además de la materia y la energía que podemos explicar mediante las leyes físicas ("todo lo visible") existen otras realidades trascendentes ("todo lo invisible") que pueden interaccionar con éstas de algún modo que, evidentemente, también desconocemos.
· La naturaleza humana no es sólo material - física, sino también espiritual. Dios no ha dotado de una parte de su divinidad por la que participamos de la libertad. A esa parte es a la que llamamos "alma" o "espíritu", litarmente, "lo infundido".
· Además, todo ello es como es con total intencionalidad, ya que toda la obra del Dios Creador está dirigida a esta participación del hombre.

¿Por qué nos atrevemos a confesar semejantes "disparates para la ciencia"? Pues por las evidencias no científicas, sino históricas que validan nuestra creencia.

Cada uno es libre de creer en una opción o en la otra, ¿o no?

Flash::Pensamiento cristiano:: 2

El amor es el único lenguaje que todos entendemos.

Coherencia de vida

¿Qué entendemos por mantener una coherencia de vida? ¿Es importante actuar conforme a lo que pensamos o no? Si no lo hacemos... ¿terminamos pensando como vivimos? ¿Cuál queremos que sea nuestra conducta moral? ¿Debe seguir unos principios determinados?


El ser humano, cuando se siente vivo, busca desde lo más profundo de su alma la verdad, el bien y la felicidad. Desde que nacemos nuestra conciencia se forma a partir de dos realidades: una externa, de hechos y en relación con los demás, y otra interna, de pensamientos y sentimientos propios. Son la conciencia, la inteligencia y la voluntad las que nos van programando como persona y nos arman para enfrentarnos a los acontecimientos vitales, desde los más sencillos hasta los más trascendentales.

Pero nuestro programa de vida no está para nada depurado. Muy al contrario, solemos sufrir grandes desajustes entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Negar que esta es nuestra naturaleza sería estar completamente cegado por la autocomplacencia o el conformismo.

De hecho, uno de los pilares sobre los que se desarrolla el pensamiento cristiano es el de la conversión, es decir, la transformación del propio ser en discípulo de Jesucristo, seguidor de su persona y su mensaje. La condición de pecador no es otra cosa que este desajuste entre lo que el cristiano quisiera ser y lo que es. La conversión supone, por tanto, una reprogramación de las propias conductas para ajustarlas a las creencias que el cristiano profesa. Siempre es necesaria porque "nunca uno está del todo convertido" ya que ser cristiano es imitar a Cristo y, si así fuera, el discípulo llegaría a ser como el Maestro, el hombre viviría como perfecto hijo de Dios. Precisamente los santos son aquellos que con una gran humildad y capacidad para reconocerse pecadores han desarrollado una tremenda sensibilidad y profundidad en su conversión. ¿Se nota que hoy es miércoles de ceniza?

Sin embargo, a pesar del ímpetu que el cristianismo ha puesto en la conversión de las conductas morales, me parece que a comienzos del siglo XXI sigue siendo necesario plantearse y reflexionar seriamente a cerca de multitud de cuestiones contemporáneas que pueden poner en entredicho la coherencia vital del cristiano de a pie. Muchas de esas cuestiones tienen que ver con los descubrimientos científicos o con la moralidad permisiva de nuestros días.

Pero lo verdaderamente terrible es la práctica ausencia de búsqueda de coherencia en algunas de las otras corrientes de pensamiento: relativismo, ateísmo, utilitarismo, emotivismo...
¿Qué pasaría si un materialista, edonista y relativista decidiera llevar hasta sus últimas consecuencias sus creencias?

En mi opinión, la búsqueda de la coherencia debe suponer la confrontación de nuestra opción fundamental con toda la realidad que percibimos (la realidad infológica, toda la información de la que dispongo, tal y como la percibo). Mi inteligencia y razonamiento debería servir para reinterpretar cualquier información en base a mi opción cristiana y corroborar que la integridad de mi postura se mantiene. En caso contrario debería plantearme seriamente mi opción, sus consecuencias o sus limitaciones.

¿Qué ocurre si no depuramos nuestras propias creencias, si se pierde la coherencia?
Pues simplemente dos opciones: la farsa (lo que vivo es una mentira o un autoengaño que parcela la realidad en función de mis intereses) o la hipocresía (lo que vivo no corresponde con lo que creo).
De las dos, la hipocresía es sin duda la más interesante. Distinguiría entre el hipócrita que es consciente de su dicotomía y el hipócrita inconsciente, convencido de que lo está actuando del modo correcto. En cualquier caso hay que considerar que en el origen de toda hipocresía está la falta de valor que se concede a la propia creencia.

Termino considerando precisamente el apego a la fe adoptada. Dice J. Ratzinger que "al cristiano que está convencido de su fe y trata de vivirla con coherencia muy fácilmente se le tacha de fundamentalista". La interpretación correcta creo que sería establecer un grado de apego que va desde la absoluta indiferencia hasta el fundamentalismo, pasando por la tibieza y la coherencia sensata. El fundamentalismo supondría adoptar un único principio fundamental negando cualquier otro factor en nuestra conducta. Desde este punto de vista la búsqueda de la coherencia sería mucho más ecuánime.