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31.10.07

Flash:: Pensamiento cristiano::

Aunque no lo sepa, quien busca la verdad busca a Dios... porque Dios es la Verdad. (Edith Stein).

26.10.07

La bandera europea, católica


La bandera de la Unión Europea está inspirada en la descripción de la Virgen del Apocalipsis. Europa, sin embargo, no reconocerá en su Constitución sus bimilenarias raíces cristianas.

¿Se trata de una de esas «astucias de la Historia» de las que hablaba Hegel? Desde luego, el caso es realmente curioso. El jueves 10 de julio de 2.003 se presentó en Bruselas, en solemne ceremonia, el borrador definitivo de la Constitución Europea. Pero esta Constitución, cuando define sus propios símbolos, confirma solemnemente que la bandera europea es azul, con doce estrellas colocadas en círculo. Pues bien: tanto los colores, como los símbolos, como su disposición provienen directamente de la devoción mariana: son un signo explícito de devoción a la Virgen María.

Así es. Las estrellas son las del capítulo doce del Apocalipsis: «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida de Sol, con la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». Esa Mujer misteriosa, en la tradición cristiana, es la Madre de Jesús. También los colores provienen del culto: el azul del cielo y el blanco de la pureza virginal. Y es que en el diseño original, las estrellas eran de plata, y sólo en un momento posterior asumieron el color del oro. Vamos, que aunque pocos lo saben, la bandera que ondea en todos los edificios públicos de la Unión (y el círculo de estrellas que está sobre la inicial del país en las matrículas de los coches europeos) son la invención de un pintor que se inspiró en su ferviente devoción mariana.

La historia comenzó en 1949, cuando en Estrasburgo se instituyó el primer «Consejo de Europa», encargado de «poner las bases de una deseada federación del continente». Al año siguiente, para justificar con alguna iniciativa su existencia, dicho Consejo convocó un concurso de ideas, abierto a todos los artistas europeos, para una bandera común. En la convocatoria participó Arsène Heitz, por entonces joven y poco conocido diseñador, que en el momento de nuestra investigación aún vivía y mantenía plena lucidez mental, aunque ya pasaba de los noventa. Del cuello de Heitz, como del de tantos otros católicos, colgaba la conocida como «medalla de la Milagrosa», que se acuñó tras las visiones de santa Catalina Labouré en París, en 1830. Esta religiosa reveló que había recibido el encargo de la Virgen misma de hacer acuñar y difundir una medalla en la que estuvieran las doce estrellas del Apocalipsis y la invocación: «¡Oh María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros que recurrimos a Vos». La devoción se extendió por todo el mundo católico de tal manera que dicha medalla se convirtió en uno de los objetos más difundidos, con muchos centenares de millones de unidades. Llevaba una, hecha de chapa y colgada con un cordón, santa Bernardette Soubirous cuando se le apareció la Señora por primera vez, el 11 de febrero de 1858, vestida precisamente de blanco y azul.

Pues bien, Arsène Heitz no era simplemente uno de los innumerables católicos que llevaba consigo aquella medalla surgida a partir de unas apariciones, sino que cultivaba una especial veneración por la Inmaculada. Y por tanto, pensó que haría su diseño con las estrellas colocadas en círculo, como en la Medalla, sobre un fondo azul mariano. Para su sorpresa, el boceto ganó el concurso. La Comisión que componía el jurado estaba presidida por un belga de religión judía, responsable de la sala de prensa del Consejo, Paul M.G. Lèvy, que no conocía los orígenes del símbolo, pero al que probablemente le impresionaron los colores. Efectivamente, el azul y el blanco (ya hemos dicho originariamente las estrellas no eran amarillas sino blancas) eran los colores de la bandera del por entonces recién constituido Estado de Israel.
Aquel estandarte había ondeado por primera vez en 1891, en Boston, en la sede de la «Sociedad Educativa Israelita», y se inspiraba en el chal rayado que usan los judíos para la oración. En 1897, en la Conferencia de Basilea, se adoptó como símbolo de la Organización Sionista Mundial, convirtiéndose finalmente en 1948 en la bandera de la república de Israel.

Desde una perspectiva de fe, es felizmente simbólica esa unión de referencias cristianas y judías. Y es que la mujer de Nazareth es la «Hija de Sión» por excelencia, es el vínculo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, aquella en cuyo cuerpo se concretó la espera mesiánica. Incluso el número de las estrellas parece vincular estrechamente ambos credos: doce son los hijos de Jacob y las tribus de Israel, y doce los apóstoles de Jesús. Tenemos así el judeo-cristianismo que ha construido el continente unido en una bandera.
Tenemos además que algunos años después de la conclusión del concurso de idea, en 1955, el boceto de Heitz se adoptó oficialmente como bandera de la nueva Europa. Entre otras cosas, para confirmar la inspiración bíblica y al mismo tiempo devocional del símbolo, el pintor consiguió introducir una tesis personal que fue hecha propia por el Consejo de Europa. Efectivamente, habían surgido críticas puesto que los Estados miembros por entonces sólo eran seis y no se veía la razón de que las estrellas fueran doce. ¿Acaso la nueva bandera no debía remitirse a la lógica de la Old Glory, la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica, donde a cada Estado federado corresponde una estrella? Arsène Heitz consiguió convencer a los responsables del Consejo: sin revelar la fuente religiosa de su inspiración para no provocar recelos, sostuvo que el doce era, para la sabiduría antigua, «un símbolo de plenitud», y que no debía cambiarse tampoco si los miembros superaban ese número (25 actualmente). Así sucedió y así ha sido definitivamente sancionado por la nueva Constitución. Ese número de astros que, como profetiza el Apocalipsis, coronan la cabeza de la «Mujer vestida de Sol» no cambiará nunca.

El día de la Inmaculada.

Acabaré con un detalle que puede servir de reflexión : la sesión solemne durante la que la bandera se adoptó se celebró, lo hemos dicho, en 1955, en un día que no se escogió aposta, sino que vino determinado por las agendas de los Jefes de Estado. Pero he aquí que aquel día era un 8 de diciembre, día en que la Iglesia celebra la fiesta de la
Inmaculada Concepción, era realidad de fe prefigurada por aquella Medalla que inspiró la bandera. Para muchos, desde luego, una casualidad. Pero para otros, quizá, el signo discreto pero preciso de «otra» realidad, en la que tiene un significado el hecho de que al menos durante mil años, hasta la ruptura de la Reforma, precisamente María fuera venerada en todo el
Continente como «Reina de Europa».

(Artículo de Vittorio Messori publicado en "La Razón" el 27 de julio del 2003).

24.10.07

La verdad sobre los mártires de la Guerra Civil Española.

¿Qué sentido tiene beatificar o nombrar mártires a casi quinientos muertos de la Guerra Civil ahora? ¿Tiene algo que ver con el proyecto de ley llamado "de la memoria histórica?

La polémica en los medios está servida.

Pero ninguna discusión tiene sentido si no se aclara previamente qué es un martir, o en todo caso, qué sentido tiene la palabra "martir" para cada uno.

La Iglesia Católica, sujeto activo en el acontecimiento, no considera a como mártires a las víctimas inocentes de una guerra, ni a los que mueren luchando por un ideal noble, ni a los suicidas terroristas que se autoinmolan... nada de eso.

¿Qué es un martir católico?

La palabra mártir procede del griego y significa "testigo". En principio, un mártir es alguien que muere por Cristo. Al igual que los santos, los mártires son hombres y mujeres con vidas ejemplares (que se proponen como ejemplo para los católicos de hoy), pero para ser mártires deben cumplir tres requisitos:

- Debe morir sufriendo con absoluta pasividad, es decir, sin oponer resistencia alguna. Por eso una víctima que toma parte armada en una guerra puede ser un héroe, pero nunca un mártir, porque muere defendiendo su vida.

- Debe ser asesinado/a "per odium fide", es decir, por odio a la Fe Católica o a una virtud cristiana. El perseguidor no lo mata por sus ideas políticas, ni por su raza, ni por por odio a su persona... sino simplemente por ser cristiano y no apostatar (renunciar a su fe).

- Debe sufrir por amor a Jesucristo: por guardar sus mandamientos, por no blasfemar, por conservar la castidad,... vamos, por ser fiel a su fe. Como decía San Agustín: "Martyrem non fecit paena, sed causa", no es la pena sino la causa la que hace al martir.

En definitiva, el mártir da testimonio de su Fe con su sangre, con el sacrificio de su vida. Esto supone dos cosas: estar convencido firmemente de la verdad de Dios y tenerle un gran amor.

¿Es lícito proclamar mártires a las víctimas de un solo bando?

Pues el caso es que no tiene nada que ver el "bando" en el que el mártir se halle. El hecho es que los mártires que van a ser proclamados no son sólo "víctimas" de terribles atrocidades cometidas en una guerra. Víctimas hay muchas miles. De ellas son mártires las que, estudiadas una por una, cumplen todos estos puntos que he tratado de aclarar y que tienen en común con todos los mártires de la historia.

Si el odio a la religión (al catolicismo) impulsó a los miembros del bando republicano a matar "per
odium fidei", aquel conflicto se convirtió en caldo de cultivo para los mártires. Evidentemente, es
imposible encontrar un mártir entre aquellos que luchaban contra la fe católica. Podrá haber héroes o incluso algún santo, pero no mártires.

El propósito no es el de reavivar las llamas, otorgar título alguno a vencedores o vencidos, influir (?) políticamente, ... sino simplemente proclamar a los cuatro vientos la grandeza y la fuerza de la fe católica en estos hombres, capaces de dejarse la vida, en muchas ocasiones perdonando a sus propios verdugos.

"El que tenga oidos para oir que oiga".

15.10.07

Educación para el pensamiento único

Creo que no hay que ser muy avispado para comprender la actitud de la FERE y de los colegios concertados frente a la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía: "Programad lo que queráis en la asignatura que nosotros la impartiremos según nuestros idearios católicos". El problema es que se nos está haciendo un flaco favor a los padres, ya que la mayoría de nuestros hijos están en la escuela pública por lo que la mayoría de los amigos de nuestros hijos van a ser adoctrinados en ideas que chocan frontalmente con los principios que queremos para ellos (y para sus amigos - pero de estos deberán responder sus padres).
¿TAN difícil es de entender que tenemos DERECHO a una educación que no menosprecie nuestros valores fundamentales como cristianos católicos? ¿No comprenden que si admitimos el divorcio, el aborto, las técnicas como la manipulación de embriones, la eutanasia, los falsos "matrimonios" homosexuales... es por nuestra gran TOLERANCIA y respeto hacia las ideas de los demás, y no porque COMPARTAMOS esas ideas? ¡¡Y encima nos las pretenden imponer como verdad absoluta!! ¡Y como ven que "con la Iglesia hemos topado" atacan donde más vulnerables somos: en nuestros hijos!
Basta ya. Educación para la ciudadanía es una poca vergüenza. Hagámonos oír.