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18.8.15

Don Juan Cascos ::: semblante de un sacerdote amable.

Ha sido hace muy poco tiempo, al escribir mi especial relación con el nombre de JUAN, cuando me he dado cuenta de la gran importancia que ha tenido para mi vida la persona de don Juan Cascos. No en vano, fue gracias a que en la parroquia de San Juan Bautista y María Auxiliadora de Mérida existían grupos de jóvenes que continuaban su formación cristiana una vez confirmados que conocí a mi mujer y madre de mis hijos, Gema Cascos - la "sobrina del cura".

De siempre se ha dicho que "Dios los cría y ellos se juntan", y en nuestro caso desde luego que fue así. Al fin y al cabo yo también era 'sobrino de cura'. Estoy hablando de hace más de 20 años porque nos conocimos el 30 de octubre de 1992... pero esa es otra historia. El caso es que a don Juan yo no lo conocía previamente. Nos encontramos justo una semana antes, tras seguir el consejo de mis padres (que evidentemente sí tenían cierta relación con él) y acudir junto a mi hermano JuanRa a la primera sesión de 'catequesis' del curso 1992/3. Mi padre (Ramón Muñoz) había coincidido con don Juan en el seminario diocesano San Atón de Badajoz. Cuando la abuela de Gema  - madre de don Juan - se enteró de que había dos hermanos nuevos en el grupo enseguida dijo: "Mira que bien, uno para ti y otro para tu hermana". Cosas de la vida. XD

Pero si importante ha sido don Juan Cascos para mi vida humana, mucho más quizá haya sido para la espiritual (esto es, mi VIDA con mayúsculas). Porque en aquel ya lejano 1992, cuando le conocí, era yo justo un adolescente de 15 años recién cumplidos, con una fe hilvanada y en claro riesgo socio-cultural. Un alma pecaminosa (como todas en este mundo, ni más ni menos) necesitada de cuidado y de atención pastoral.

Y es momento, querido lector, ya que has llegado hasta aquí, de explicar el título de esta entrada y justificar semejante introducción. Efectivamente, pienso escribir acerca de este 'cura párroco' que, casualmente, es el tio-abuelo de mis hijos. ¿El motivo? Simple. Porque una vez leí el poema "En vida hermano, en vida" de Ana María Rabatté y me convenció absolutamente:

"No esperes a que se muera

la gente para quererla

y hacerle sentir tu afecto

en vida, hermano, en vida…".

¿Por qué esperar a que a alguien muera para decir "qué bueno era"? ¿Por recelo o respetos humanos? ¿Para evitar suspicacias o envidias? ¿Acaso serán más ciertas las afirmaciones cuando el difunto no pueda corregirlas o rebatirlas?
Por tanto, las cosas hay que decirlas EN VIVO mejor que en los velatorios y en los funerales, especialmente cuando merecen ser contadas. Y creo que así es en este caso.

¿Y esos párrafos iniciales entonces, maestro? Pues, sinceramente, eran sólo para despistar. :D
Espero que los lectores que hayan continuado hasta este punto sean ya aquellos que van a recibir mis palabras con un corazón abierto y generoso, probablemente cercano a este hombre y dispuesto a un reconocimiento que habrá vivido de primera mano.

DON JUAN CASCOS (biopic).

Don Juan Cascos González nació en Campanario en un caluroso 2 de agosto de 1948 [y digo caluroso porque estamos en Extremadura, no porque tenga el dato meteorológico]. Hijo de Diego Cascos, "Diego Mamita" y María González, "María la de la Romera". De su infancia conozco muy poco, al margen de algunas anécdotas sobre su vida familiar en la sierra. Sin duda era otro mundo, alejado de las comodidades de hoy en día y en tiempos de finales de la postguerra. Al parecer, según cuentan, además de muy buen estudiante era bastante 'miedosete': cuando oscurecía y se hacía noche cerrada en mitad de la serranía extremeña él quedaba como reponsable de madre y de sus dos hermanos, Jacinto Manuel y la pequeña María. Demasiado para un zagal de 14 años...

A menudo explica cómo aprendían a recitar el catecismo de memoria, así como algunas de las "explicaciones teológicas" que se le quedaron grabadas en su infancia y que ahora repite a los más pequeños, como aquella de: "En el crucifijo se le ve pero no está; en el pan está pero no se le ve".

Apenas contaba con trece años cuando el Señor le llamó, lo cual es una manera de decir que enseguida tuvo clara su vocación sacerdotal. Sin duda debió conocer y apreciar a algún cura santo, que le sirviera de modelo y ejemplo. Me suena que en alguna ocasión haya mencionado a un padre... Murillo (?); pero mi mala memoria no da para tanto. Podéis preguntarle a él directamente.

Fue al seminario, no sin el esfuerzo que suponía por entonces, siendo obispo don José María Alcaráz y Alenda. Eran tiempos de renovación en la Iglesia y de mucho 'movimiento interno' suscitado por el Concilio Vaticano II y sus interpretaciones; que no pocas veces condujeron a división de opiniones. ¡Lejos de mí juzgar aquellas corrientes y sus consecuencias! Pero lo objetivo que se puede decir es que sus compañeros de promoción han corrido suertes dispares en lo eclesial, con no pocas secularizaciones y fracasos. De los profesores del seminario - según el número de menciones - guarda especial cariño a don Miguel Ponce, teólogo y escritor que - en opinión de su alumno - posee una mente 'de altura extraordinaria' y que le transmitió una gran pasión por la Teología Cristocéntrica.

Ordenado sacerdote por don Doroteo Fernández y Fernández (debió ser según mis cálculos el 9 de junio de 1974) había comenzado sus actividades pastorales en la diócesis de Getafe, a donde se habían trasladado en busca de trabajo. La verdad es que esa parte de la historia se me escapa, pero sí sé que tras la ordenación le dieron como destino diocesano la parroquia de "El Calvario" de Mérida (no sé si como párroco coadjutor), además de ocupar plaza como profesor de Religión en el que hoy es el Instituto Santa Eulalia; vivió durante un tiempo con su abuela Inés hasta que sus padres  se vinieron a vivir definitivamente a esta ciudad. Por cierto, que tras unos años compraron un terreno cercano debido a la gran añoranza de "la sierra".  Habla con afecto entrañable de aquellos años y de su paso por esta comunidad eclesial de Cristo Rey como cura joven.

Mérida en los 70 era una ciudad en crecimiento debido al éxodo rural y surgieron dos nuevas barriadas que necesitaban atención pastoral. En marzo de 1984 se fundó una nueva parroquia en una nave industrial de la Calle Santa Ramona - algo que era "provisional" y dura una treintena de años - que tomó nombre de ambos barrios: el de San Juan y el de María Auxiliadora. Su primer párroco fue el querido sacerdote don Antonio Paniagua.

Poco después, el obispo don Antonio Montero le destinó allí y el 28 de agosto de 1988 [y este dato lo he tenido que pedir] tomó posesión como sacerdote.

Y desde entonces hasta fecha de hoy (agosto de 2015) ha seguido siendo cura párroco de SJBMA; una situación excepcional. Los motivos por los que el mismo sacerdote ha permanecido durante tanto tiempo en el mismo destino no pueden ser únicos ni fáciles de explicar; pero el caso es que la Providencia ha querido que así sea, y ¿quiénes somos los demás para pedir explicaciones a la Divina Providencia? :D

CUIDADO PASTORAL.

Lo que sí podemos hacer es explicar a qué se ha dedicado este cura entrañable durante más de treinta años de atención pastoral a una parroquia emeritense que, si fuera de ámbito administrativo, podríamos calificar sin miedo "de difícil desempeño".

Cuando un sacerdote se pone 'manos a la obra' sigue un guión, independientemente de si lo ha escrito previamente o lo va construyendo en el día a día de su labor pastoral. En el caso que nos ocupa, creo que no me equivoco mucho si digo que el "programa sacerdotal" de don Juan se apoya firmemente en tres puntos: (1) vida interior, (2) necesidad de formación y (3) hacer de la parroquia una auténtica comunidad, una gran familia.

Aún a riesgo de resultar simplista, voy a intentar explicar el porqué este "plan" considero que resume bien la acción de este cura párroco.


I- Vida interior, vida de fe y fidelidad.

Para don Juan el cristianismo carece de sentido si no es auténtico. Para ello es necesario, en  primer lugar, la fe. Fe que no es nuestra, sino don de Dios. Pero para que la fe crezca hay que "ponerse a tiro". Presentar las almas y ponerlas frente al Creador. Es decir, hay que propiciar una experiencia fuerte de Dios que edifique la fe en la revelación; para decir "creo en tí, Señor" hay que experimentarlo en lo más profundo del corazón.  Más tarde, con los medios adecuados se puede perseverar en la fe, esto es, ser fieles a la fe recibida.
¿Cómo se hace eso? Pues es algo tan fácil o tan difícil como seguir las indicaciones de Jesucristo. Por eso las Sagradas Escrituras, la oración y la devoción eucarística son esenciales.

La EUCARISTÍA y la adoración eucarística son el centro de la vida interior, el centro de la vida cristiana y de la comunidad. ¿Cuántas veces nos ha repetido la exclamación de los primeros cristianos de Cartago al ser amonestados por reunirse el domingo: "¡Acaso pensáis que podemos vivir sin celebrar los misterios de nuestra fe!"?
En la eucaristía, que es a la vez oración, encuentro y actualización del sacrificio redentor de Cristo, reside la fuerza del cristiano. De la gracia eucarística recibida emanan las energías para la posterior acción pastoral  (y no al revés). "No hay ninguna otra cosa más importante que podamos hacer en este mundo que celebrar la misa".

Cuando hay dos celebraciones en días de precepto seguidos nos recuerda: "No somos nosotros los que hacemos un favor a Dios por acudir al templo, sino que debemos estarle agradecidos por amarnos y tener paciencia con nosotros, día tras día, día tras día...".
La presencia de Jesucristo en las especies sacramentadas no es simbólica ni "testimonial". El mismo Jesús se hace presente entre nosotros, aunque no lo veamos 'tal cual es'. ¡Y esto es muy grande!
Por eso en el momento de la consagración hay que ponerse de rodillas (impedimentos graves y de salud eximen, lógicamente, aunque no de "arrodillarse con el corazón" ante la Magnanimidad de nuestro Dios). ¡Ay la humildad, esa gran virtud! "Reconocerse creatura".
Por eso, además, se nota el especial cuidado de la liturgia en cada detalle. Detalles que en no pocas ocasiones han venido directamente importados desde el Vaticano (comunión de rodillas, velita en la consagración, crucifijo orientado en el mismo sentido del pueblo, etc.etc.).
En petit comité nos cuenta que cuando era seminarista se hizo un firme propósito: esforzarse por vocalizar muy bien en cada eucaristía que celebrara, sin cansarse nunca de poner toda intención en las palabras y en la dicción. Supongo que tendría algún origen esta buena idea, porque todos hemos sufrido alguna vez el trago de vivir una eucaristía en la que al sacerdote casi ni se le entiende... y es un suplicio realmente incómodo.

Evidentemente, junto al sacramento del altar se sitúan el resto (sin duda, una de las características "sanjuanistas" - si se me permite el título - es la catolicidad). Porque todos los sacramentos son signos sensibles de la presencia de Dios, cada uno en su grado y circunstancia. De todos ellos, quizá por el interés cotidiano, don Juan suele insistirnos en el sacramento de la Reconciliación. Confesar frecuentemente. Para recibir las gracias propias de la confesión pero también para intentar siempre comulgar en gracia de Dios.  "Nunca somos dignos de recibir al Señor, pero al menos... una duchita de vez en cuando". En esto, igual que en cuanto al rezo del Rosario, coincide mucho con la espiritualidad del Apostolado de la Oración y con las recomendaciones de la Virgen de Fátima.

Casi como si de un 'octavo sacramento' se tratara [esto lo digo yo, que quede claro] habla de lo interesante que es la dirección espiritual. "Es parte del secreto" de la vida cristiana en el siglo XXI. Y es que es verdad que 'tenemos tiempo para todo', para las cosas más inverosímiles... excepto para Dios. Y charlar una vez al mes sobre cómo está mi vida interior, cómo estoy respondiendo a mi vocación, a lo que Dios me pide... es algo que ciertamente ayuda mucho a no caer en la tibieza, a "no perder la fuerza del primer amor".


Éste es quizá el secreto de toda la vida cristiana. Que tras el encuentro con el Señor nos queda un largo camino por recorrer, y necesitamos alimentarlos y reponer fuerzas constantemente. "Comenzar y recomenzar". No cansarse nunca de volver a levantarnos, por muy bajo que hayamos caído.
Mención especial tengo que hacer a los campamentos de jóvenes (y posteriormente de familias) que durante muchísimos años hemos hecho en Gredos y Villamiel, así como las convivencias y retiros de todo tipo en la casa de ejercicios de Villagonzalo. Son momentos "de Betania y de Tabor"; durante sus años en el Instituto (hasta el curso 1998/99) invitó a cientos de jóvenes y aunque los años le van pesando por las incomodidades propias de estos eventos... don Juan siempre nos ha acompañado para que no anduviéramos huérfanos sin Jesús-Eucaristía. :D


Consecuencia de la vida interior: la disponibilidad. El "estar ahí para lo que haga falta", poniendo nuestros talentos al servicio de la comunidad creo que es lo que más valora don Juan en los laicos (y en todos). No las "flojeras" o los "hoy sí, pero mañana no". Autenticidad, disponibilidad, fidelidad. Y así hasta que podamos decir con San Pablo "he corrido mi carrera, he alcanzado la meta".

De la disponibilidad surgen los compromisos, y de los compromisos las acciones. Recuerdo cómo nos animó a hablar de "todo en lo que estamos metidos" en la última visita pastoral de nuestro arzobispo Santiago: catequesis de jóvenes, organización de campamentos, cursos prematrimoniales, asociaciones de padres e implicación en los colegios, enseñanza de métodos naturales, medios de comunicación, pastoral diocesana, coros, compromiso asistencial, etc. aparte de la actividad profesional de cada uno. ¡Frutos todos de la vida interior de la comunidad!

II- Necesidad de Formación.

Decía antes que don Juan se crió en un ambiente rural de la postguerra. Casi se podría decir que "en la España profunda del nacionalcatolicismo". Sin duda entonces la fe era de otra manera. Pero cincuenta años después las cosas han cambiado tanto... que parece que los cristianos ya no podemos llamarnos así sin dar razón de nuestra fe. ¡Es tan fácil caer en las garras del relativismo y en el maremagnum de informaciones y opiniones contradictorias! ¡Y esto ocurre, a veces, incluso dentro de la Iglesia! No en lo esencial, quizá...o quizá sí, a tenor de lo expuesto más arriba. Baste mencionar las corrientes de 'presencia simbólica del nazareno en las rosquillas' que hemos visto bien cerca.

¡Hay que tener las ideas muy claras en cuanto a las cuestiones de fe! Y para alcanzar ese objetivo don Juan siempre ha tenido claro que hay que dar formación a todos los niveles: humana, espiritual, doctrinal, teológica, bíblica, litúrgica...
Este y no otro supongo que es el motivo por el que, además de las catequesis a todos los niveles, los grupos de formación cristiana son tan importantes en nuestra parroquia. Son un medio excelente para los jóvenes, para los matrimonios, para los adultos. Son enganche y vivencia cotidiana de la fe, pero 'a la chita callando' van logrando que sus participantes adquiramos muchos conocimientos importantes. Importantes porque nos ayudan a vivir de forma más coherente nuestra fe; no se trata de "acumular saberes vacíos", sino de lo que aporta la formación a la vivencia posterior. Integridad.
Es una formación cristocéntrica, razonada, humana y espiritual. No quiero extenderme mucho, pero me pregunto, por ejemplo, ¿cuántas veces habré escuchado la expresión "somos seres contingentes" de boca de don Juan hablando de Filosofía? ¿Cuántas veces habrá repetido que "los textos hay que entenderlos en su contexto" al tratar cualquier lectura bíblica? ¿Cuántas que "fe y razón no son incompatibles sino que se complementan"?

En definitiva, una formación intensa y adecuada a cada alma. Y es importante recalcar que una de las causas (y a la vez consecuencia) de este interés por la formación es la exquisita fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Las fuentes de las ideas claras son claras: tradición y Sagradas Escrituras. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico podemos decir que son 'libros de cabecera' junto a la Biblia. Porque si no... en fin, ya sabemos cómo terminó Lutero (que leía mucho la Biblia).


Me permito hacer una parada en este punto para destacar la importancia de la Pastoral Familiar. Y es que esta muy relacionada con los grupos de matrimonios y con lo que viene a continuación.
Diría, sin mucho miedo a equivocarme, que don Juan se desgasta en el acompañamiento a grupos de matrimonios. Actualmente creo que somos 8 grupos, a una media de 5 matrimonios por grupo, lo cual da un total de 40 esposos parroquianos sanjuanistas los que nos reunimos mensualmente.

No sé si son muchos o pocos [tal y como están las cosas diría que casi equivalemos a un "movimiento de renovación" a nivel diocesano] pero lo esencial es que el futuro de la sociedad se juega en familia. No hemos sumado nunca, creo, pero a-una-media-de-tres-muchachos los 8x5 se convierten en un total de 160 fieles, sin contar a los abuelos ni a los solteritos y solteritas de oro.

Reunirse mensualmente con ocho grupos supone comprometer ocho de los diez viernes-sábados que tiene el mes. Solemos tener las reuniones por la noche, así que no es de extrañar que nuestro querido sacerdote pida fruta en los postres. ¡Si comiera saltándose la dieta con la misma alegría que nosotros sufriría ya dos o tres factores de riesgo para la salud importantes!

Dentro de la Pastoral Familiar se incluye también la tarea de los cursos prematrimoniales. Se hace difícil - os podéis imaginar - atender a los novios del siglo XXI siendo fieles a la doctrina y hablando de la vida interior.
Personalmente me toca muy de cerca, puesto que fue precisamente debido a los Métodos de Reconocimiento de la Fertilidad que don Juan contactó con mis padres (Ramón y Nieves), que formaron a un grupito de parejas como monitores en torno a 1990 y fundaron las Asociación ConNafer.
Y es que el tema de la paternidad responsable también es crucial para la formación de los matriomios cristianos porque pone las cosas en su sitio. Así, al final todo está relacionado: fe, formación, tener ideas claras, vida coherente.

Coherencia de vida, otro de los conceptos clave que nos ha transmitido don Juan. Cada uno según su vocación: matrimonial, sacerdotal o a la vida consagrada. ¡Y qué bien nos iría si cada uno se comportase siempre según su estado y tuviera como objetivo ser fiel a su vocación con humildad, en el seno de la Iglesia!


III - La Parroquia como una comunidad viva.

El tercer aspecto clave de este mi particular diagnóstico es la parroquia, que don Juan entiende algo así como "el centro neurálgico de la vida de la Iglesia". La parroquia es la forma natural de organización de la comunidad cristiana, reunida en torno a su Señor. Por supuesto que hay más realidades: la diocesana, la universal. Pero hay que evitar el riesgo real de 'distraerse' con reuniones y más reuniones... encuentros, puestas en común... que vienen bien pero no pueden sustituir a lo esencial.

La PARROQUIA ha de ser una gran familia en la que todos se conocen y se quieren; en la que estamos atentos a las necesidades de los demás. La parroquia que celebra y reza unida, permanece unida. Por eso los fieles deben acudir a la celebración dominical a su parroquia, y no "a la que me viene bien por tal o cual motivo". En fin.

Anoto que, en nuestro caso, la parroquia es algo más que una cuestión de proximidad. No todos los fieles somos habitantes del barrio, pero el motivo es que siempre ha sido una parroquia abierta. Don Juan estuvo muchos años como profesor de Religión en el instituto, muchos jóvenes pasamos por grupos y campamentos... y los vínculos espirituales en el siglo XXI son mucho más importanes que los certificados de empadronamiento. Por eso yo venía desde Don Álvaro al grupo, ¿verdad? Pues eso.

Recuerdo que mi padre me decía: "Don Juan tiene muchas ganas de construir una iglesia nueva y más grande... pero casi mejor que no. O si lo consigue espero que no pierda ese ambiente sano de 'comunidad en la que todos se conocen'. Casi es mejor que se quede como está". Las inundaciones del Albarregas impidieron que saliera adelante el proyecto de construcción del nuevo templo, pero años después logró recuperar la Ermita de Nuestra Señora de la Antigua para el culto cristiano (algo que le hace estar orgulloso - aunque decirlo sea políticamente incorrecto - y con razón).

"Nuestro modelo tienen que ser las primeras comunidades cristianas: se reunían en torno a los apóstoles para celebrar los misterios de nuestra fe y todo lo tenían en común".

Esto me lleva a la cuesión nada baladí de la gestión patrimonial. Otro éxito que parte de una gran austeridad personal del sacerdote (¿habéis visto en qué "cochazo" va?) y pasa por las decisiones colegiadas del Consejo de Pastoral y la comisión económica con respecto a las inversiones. Y, por supuesto, una labor de concienciación para el sostenimiento económico de la Iglesia por parte de los fieles de la comunidad. Cuando la parroquia ES de todos, es mucho más fácil que los miembros aportemos fondo para sus necesidades. Es como quien gasta algo en su propia casa.

También entiendo dentro de esta idea de comunidad eclesial la importancia que le concede a la pastoral vocacional. Que no consiste sólo en leer todos los domingos la preciosa Oración por las vocaciones sacerdotales que difundiera nuestro arzobispo, sino en estar atentos 24 horas a la posible llamada del Señor a alguno de nuestros hijos. Ahí está la "escuela de monaguillos", que se turnan para asistir, o los nuevos proyectos con el seminario.

En todo caso, la vocación sacerdotal se inserta dentro de la vocación a la santidad, una idea tomada de San Juan Pablo II y de San Josemaría Escribá que repite con insistencia: Cada uno debe ser santo en su estado, en su profesión, en su familia.

No quiero dejar de mencionar la labor de Cáritas y las visitas a los enfermos. La atención a los más necesitados incluye un paquete de "abierto las 24 horas" para mucha gente. Una labor quizá menos visible pero igualmente importante que hable de la riqueza 'de dentro hacia afuera' de la comunidad.

UN CURA 'AMABLE'.

Muchas otras cosas, querido lector, podrían decirse de don Juan Cascos. Pero tras 22 años de convivencia el mejor resumen que puedo hacer es este: es un cura bueno.
Quizá su carácter innato le ayuda, quizá lo ha forjado con el paso de los años. Posee cualidades tremendamente útiles para un sacerdote moderno: mucha mano izquierda, prudencia, discreción, amabilidad y oratoria (entre otras).
Quizá simplemente es un sacerdote sin más, enamorado de Jesucristo y que intenta cumplir su misión lo mejor que Dios le da a entender. Pero el resultado es excepcional: estar donde tiene que estar; vestir como tiene que vestir; comportarse según su condición y estado. Es un cura amable y reconocible como tal y, en consecuencia, resulta muy cercano.

Nos cuenta alguna anécdota sobre el momento en que tramita expedientes a alejados de la Iglesia (que al menos se irá pensando que les han tratado bien) o gente que acude a él "de rebote" tras ser despachado en otros ruedos. Incluso gente que viene a decirle "Pues Fulanito me ha dicho que no, que eso no es pecado". Y entonces contesta: "Pues si Fulanito te lo ha dicho ya está, que no pasa nada... ¿por qué vuelves a venir a mí? ¿no será que tu conciencia te dice otra cosa en consonancia con el Magisterio de la Iglesia?". ¡Qué cosas!

Y si hay alguien que no conozca a don Juan imagino que puede llevarse una correcta impresión sobre quién es en un funeral. Lo digo porque al ser próxima la parroquia al tanatorio de Mérida (y también debido a su disponibilidad) don Juan suele oficiar muchos funerales. En ocasiones me he visto asistiendo a uno de ellos y pienso: "Esta gente no lo conoce, pero puede ver con qué cariño y cercanía trata a los familiares, y a todos".

Se predica con el ejemplo. Don Juan trasmite la sensación de estar cerca del Señor, de una vida interior potente.

En definitiva: una gran persona. Una vocación fuerte, ideas claras y trabajo... mucho trabajo.
Un hombre que en su día descubrió "el gozo de ser elegido y ungido" para el sacerdocio y que lucha por ser fiel a la llamada de su Señor. Un cura que es feliz, porque eso se ve, se palpa y se nota.
Ahora que don Celso - nuestro nuevo arzobispo - ha dicho que una de sus prioridades va a ser el cuidado de los sacerdotes, espero que le ayude a tener un último 'stint' de ministerio sacerdotal que le permita seguir ganándose el Cielo con cierta tranquilidad.


Mientras tanto yo doy gracias a Dios por habernos dado a este pastor, según su Corazón, y por haberme permitido junto a mi familia compartir tantos años de buenas experiencias, momentos inolvidables, afecto mutuo y camino hacia el horizonte de la Salvación.
¡MUCHAS GRACIAS, don JUAN, por su entrega al Señor y por su fidelidad!

Y, como dice la oración, que el Señor "nos conceda sacerdotes santos".

Paz y bien,

Daniel Muñoz.
18 de agosto de 2015.























12.8.15

Se llamaba Juan - De juanes en mi vida.


Mi abuelo materno se llamaba Juan. Aunque murió repentinamente cuando yo era muy pequeño, su presencia quedó grabada en mi primer recuerdo, ese que se pierde entre el límite difuso de la conciencia y el sueño de la propia existencia. Pero el caso es que se llamaba Juan. Y según la accesible Wikipedia, este nombre procede del hebreo יוחנן (Yôḥānnān), que quiere decir 'El fiel a Dios'. De esto me acabo de enterar, ¡vaya casualidades de la vida!

Porque el caso es que hace unos meses me dí cuenta de a lo largo de mi vida habían ido apareciendo diversos "juanes", sin los cuales mi historia no sería la misma. El primero, por supuesto, el abuelo Juan, con quien comparto un cuarto de la información genética y una familia estupenda (Juan Carlos, Juan Ramón...). Pero tras él vinieron otros.

La parroquia en la que desperté fue la de San Juan Macías en Badajoz. No fui bautizado allí sino en de La Concepción, pero recuerdo perfectamente ser un enano y arrastrarme por los bancos, junto a mi hermano Juan-Ra jugando con algún cochecito; también las primeras catequesis (aunque no sé si fueron primero las que recibí en el colegio El Tomillar).

A mi llegada a Mérida por el traslado laboral de mi padre destacaron en mi educación dos profesores: don Juan Morales y, especialmente quizá, don Juan Bonilla. Ambos fantásticos maestros del colegio Octavio Augusto. De don Juan Morales adquirí un increíblemente amplio repertorio de refranes y dichos populares. No porque los enseñara, sino porque los decía. Don Juan Bonilla, aún siendo un hombre severo en ocasiones (hasta le hicimos un rap), me transmitió muchas cosas como, por ejemplo, que cada cosa tiene tu tiempo, junto a la importancia del cumplimiento del deber.
Evidentemente hubo otros profesores que influyeron en mi educación (Antonio Torres, Fernando Molina, Santiago Aragón o Manolo Acedo, por nombrar un quadrivium importante), pero en la decisiva etapa de primaria fueron dos juanes los que lo hicieron poderosamente.

Pero el punto de giro crítico de mi relato vital fue el envío y aterrizaje - tras recibir el sacramento de la confirmación  - a una nueva parroquia en la que 'existía un grupo de jóvenes cristianos': la de San Juan Bautista y María Auxiliadora.
Fue aquella una época fuerte en vivencias, con quince años y en plena adolescencia, en la que encontré dos elementos cruciales: la fe y a la persona amada. En ambos casos hubo un punto de enlace, accidental, en la figura de don Juan Cascos, un sacerdote tan importante para mí que merece un post aparte.

Pero el caso es que desde aquel grupo de formación, con experiencias de fe y una intensa formación doctrinal, mi posición ante el mundo tendió al combate de la fe. Siempre me gustó ser un paladín, adalid y defensor de la justicia, el bien y la verdad. Sin duda el espíritu de San Juan Bautista encajaba con mi perfil. En cierto sentido notaba que prácticamente todo el mundo estaba corrompido, y que, por tanto, como buenos cristianos lo que debíamos hacer era denunciarlo, transformarlo y evangelizarlo mediante el anuncio. Sí, claro, sin miedo a las consecuencias. Recordemos que a Juan Bautista le terminaron cortando la cabeza, aunque también es cierto que es el santo entre los santos y que "no ha habido nunca nadie más grande nacido de mujer".
Quizá fue la energía, o los modos. Quizá que con veinte años tienes la sensación de que puedes "comerte el mundo", pero ahora reconozco en aquella época una cierta falta de humildad. Una cierta desconsideración hacia 'los otros', hacia  aquellos 'pobres ciegos' que no eran capaces siquiera de vislumbrar la luz que para mí resultaba cegadora.

Por aquel entonces grabé bastantes programas de debate en televisión. Me temo que en los anales televisivos mis posturas puedan parecer radicales, extremistas o demasiado ardientes. Pero bueno, "lo escrito, escrito está".

Afortunadamente, espero, el paso de los años te hace madurar y cambiar, con suerte, a mejor. No es que imitar al Bautista se malo, ¡ojo! No quiero que se me malinterprete. Pero llegó un momento en que llegué a estar ciertamente enfrentado y enfadado con el resto del mundo. Y ya pasó.

Quizá la siguiente etapa de mi vida espiritual ha sido patrocinada por San Juan Evangelista. El discípulo amado representa el apostolado que que se hace desde la cercanía y el amor a Jesucristo. Este me resulta muy próximo al Apostolado de la Oración, que conocimos gracias a los encuentros de FRC (Familias por el Reino de Cristo).
Básicamente, se trata de estar muy, muy cerca de Dios para poder llegar a los demás. Porque los sentimientos de Cristo fueron de acogida, de reparación, de perdón y de misericordia. Asemejar nuestro corazón su Corazón es una tarea para toda la vida, del mismo modo que la evangelización y el trabajo de apostolado "desde dentro" de la Iglesia.
Época de oración, de eucaristía... pero también de encuentros, de charlas, de propuestas y de trabajo intenso en la pastoral familiar.

Y así llegamos al último de los juanes que ha entrado fuerte en mi devenir histórico: San Juan Bosco. La experiencia de "don Bosco - El Musical" me ha ganado una relación renovada con este santo y con toda su familia, la familia salesiana. Ha sido todo un descubrimiento y un encaje de bolillos de la Providencia el que haya descubierto este carisma que creo que tanto puede ayudar a mi vocación como educador. 

Y hasta aquí los juanes de mi vida. Ya os podéis imaginar quién puede poner música a esta entrada. ;)