Los cristianos celebramos hoy el acontecimiento más importante de la toda la Historia: el amor.
Como dice la canción: "El amor es el único lenguaje que todos conocemos".
¿Quién puede decir que no ha experimentado en su vida el amor? Sentirse amado en la familia; conocer el amor en el enamoramiento; querer de verdad a los demás; amar a los hijos con toda el alma; verse arropado en un momento de dificultad... En tantas y tantas situaciones la clave está en el amor.
"El amor es lo único importante" - así nos decía el abuelo Ramón pocas horas antes de morir, luchando contra la morfina de su cáncer terminal y tratando de desdramatizar eso de la vida y de la muerte.
El amor da sentido a nuestra vida. Todo pasa, excepto lo que hemos amado. Los éxitos, los méritos, las decepciones, los fracasos... todo es nada al final de la vida comparado con el amor
que nos tuvimos.
Y resulta que la fe está a un sólo paso del amor.
"Al atardecer de la vida te examinarán del amor".
¿No es absurdo hoy en día creer en el amor? ¿Confiar nuestras pobres vidas a las reacciones químicas de nuestras hormonas y neurotransmisores? ¿Sigue teniendo sentido amar sabiendo que habitamos un recóndito, ínfimo planeta flotando perdido en la vasta inmensidad del Universo? ¿No es este calor humano una burda mentira - y reconfortante?
No. El amor vivido se da hoy de la mano de la fe. Creemos en el amor. Todavía hay algo en el corazón del hombre que le lleva a negarse al absurdo del vacío: es el Amor imposible de un Dios que se acerca, que viene siguiendo ese camino contrario a nuestro orgullo.
Del pequeño pueblo judío; de la alejada y medio pagana aldea de Nazaret; de una niña humilde y sencilla; en la cueva más perdida, sin nada. Allí quiso Dios
poner su Belén. ¡Qué lección de humildad!
Pero, ¿por qué?
Porque el amor es lo único importante. Porque esta noche habrá un neonato, de los sintecho, paupérrimo... que nos trae el don más grande: Dios nos ama tanto que, por Amor y para amar, se hace hombre. Dios nos regala su amor; se nos regala Él mismo. Se nos da para enseñarnos la verdad de la vida.
Y mientras haya un corazón atento a este gran Misterio, cada Navidad volverá a nacer un Niño - una inocencia, un sentimiento de bondad y de paz, una nueva vida en la vida cansada - que arrastra a la fe y al amor a los demás, que invita a vivir de nuevo y a volver a creer.
Por eso os deseo a todos que celebréis este Nace-Dios, esta fiesta del amor, en compañía de los vuestros y con abundancia en el corazón.
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