<< El que es el hazmerreír de su vecino,
como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará. Muchas veces nuestra
débil alma, cuando recibe por sus buenas acciones el halago de los
aplausos humanos, se desvía hacia los goces exteriores, posponiendo las
apetencias espirituales, y se complace, con un abandono total, en las
alabanzas que le llegan de fuera, encontrando así mayor placer en ser
llamada dichosa que en serlo realmente. Y así, embelesada por las
alabanzas que escucha, abandona lo que había comenzado.
Y
aquello que había de serle un motivo de alabanza en Dios se le
convierte en causa de separación de él. Otras veces, por el contrario,
la voluntad se mantiene firme en el bien obrar, y, sin embargo, sufre el
ataque de las burlas de los hombres; hace cosas admirables, y recibe a
cambio desprecios; de este modo, pudiendo salir fuera de sí misma por
las alabanzas, al ser rechazada por la afrenta, vuelve a su interior, y
allí se afinca más sólidamente en Dios, al no encontrar descanso fuera.
Entonces pone toda su esperanza en el Creador y, frente al ataque de las
burlas, implora solamente la ayuda del testigo interior; así, el alma
afligida, rechazada por el favor de los hombres, se acerca más a Dios;
se refugia totalmente en la oración, y las dificultades que halla en lo
exterior hacen que se dedique con más pureza a penetrar las cosas del
espíritu.
Con razón, pues, se afirma
aquí: El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a
Dios y éste lo escuchará, porque los malvados, al reprobar a los buenos,
demuestran con ello cuál es el testigo que buscan de sus actos. En
cambio, el alma del hombre recto, al buscar en la oración el remedio a
sus heridas, se hace tanto más acreedora a ser escuchada por Dios cuanto
más rechazada se ve de la aprobación de los hombres.
Hay que notar, empero, cuán acertadamente se añaden aquellas palabras: Como lo soy yo; porque hay algunos que son oprimidos por las burlas de los hombres y, sin embargo, no por eso Dios los escucha. Pues, cuando la burla tiene por objeto alguna acción culpable, entonces no es ciertamente ninguna fuente de mérito.
El
hombre honrado y cabal es el hazmerreír. Lo propio de la sabiduría de
este mundo es ocultar con artificios lo que siente el corazón, velar con
las palabras lo que uno piensa, presentar lo falso como verdadero y lo
verdadero como falso.
La sabiduría
de los hombres honrados, por el contrario, consiste en evitar la
ostentación y el fingimiento, en manifestar con las palabras su
interior, en amar lo verdadero tal cual es, en evitar lo falso, en hacer
el bien gratuitamente, en tolerar el mal de buena gana, antes que
hacerlo; en no quererse vengar de las injurias, en tener como ganancia
los ultrajes sufridos por causa de la justicia. Pero esta honradez es el
hazmerreír, porque los sabios de este mundo consideran una tontería la
virtud de la integridad. Ellos tienen por una necedad el obrar con
rectitud, y la sabiduría según la carne juzga una insensatez toda obra
conforme a la verdad. >>
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