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16.4.14

La lección del punto negro

Cierto día, un profesor entra en clase y le dice a los alumnos que se preparen para una prueba sorpresa. Todos se ponen nerviosos mientras el profesor va entregando la hoja del examen con la cara frontal hacia abajo, de modo que no vean lo que contenía hasta que él explicara en qué consistía la prueba.

Cuando entregó todas las hojas, les pidió que las dieran vuelta y miraran el contenido. Para sorpresa de todos, era una hoja en blanco que tenía en el medio un punto negro. Viendo la cara de sorpresa de todos sus alumnos, el profesor les dijo: "Ahora van a escribir una redacción sobre lo que están viendo".



Todos los alumnos, confundidos, se pusieron a pensar y a escribir sobre lo que veían. Terminado el tiempo, el maestro recogió las hojas, las puso sobre su mesa y comenzó a leer las redacciones en voz alta. Todas, sin excepción, se referían al punto negro de diferentes maneras.

Terminada la lectura, el profesor comenzó a hablar de la siguiente manera:
- "Este examen no es para ponerles nota, les servirá como una pequeña lección de vida. Nadie les dijo que la redacción versara sobre la hoja en blanco, pero todos centraron su atención en el punto negro. Esto mismo pasa en nuestra vida, en ella tenemos una hoja en blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros.
La vida es un inmenso regalo de Dios, nos es dada con cariño y amor; siempre tenemos sobrados motivos para celebrarla: por nuestra familia, por los amigos que nos apoyan, por el trabajo que nos da el sustento, por los milagros que nos suceden diariamente... y, no obstante, insistimos en mirar el punto negro, ya sea el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la difícil relación con un familiar o la decepción con un amigo.
Los puntos negros son minúsculos en comparación con todo lo que diariamente disfrutamos, pero ocupan nuestra mente con demasiada frecuencia".

Aparta tu atención de los puntos negros. No merecen la pena. Aprovecha cada momento, da gracias por lo que has recibido y ¡SÉ FELIZ!

Autor desconocido. Recibido por correo-e (adaptado) via padre franciscano.
A Victor Frankl le gustaría. :D

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