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22.12.11

El portalito de Belén: ¿background or battlefield?

Tengo un buen compañero en el IES Albarregas que “está harto de tener que morderse la lengua” al ver situado en el vestíbulo del centro, año tras año, un pequeño portal con figuritas. Según su punto de vista, semejante actividad supone “mostrar elementos de apología de la confesión católica”, algo intolerable. ¿Por qué? Pues porque nuestro centro “es público”.http://www.blogger.com/img/blank.gif



¡Vaya por Dios! Otro caso claro de confusión entre laicidad y laicismo. ¡Cuánto daño ha hecho a este país el nacional-catolicismo! Pero, ¿hasta cuándo tendremos que seguir pagando las consecuencias?

Efectivamente, nuestro país es laico y aconfesional. Pero al mismo tiempo defiende la libertad religiosa y reconoce los valores positivos que entraña esa libertad. Lo cual quiere decir que un profesor o un alumno puede ser ateo, agnóstico, católico, budista o musulmán… pero tiene derecho a manifestar abiertamente sus creencias, a comportarse conforme a los dictámenes de su condición de creyente y a contribuir al bien social de un modo confesional. La postura militante ateísta y aniquiladora de todo aquello que esté relacionado con la religión en la sociedad civil es tan injusta e intransigente como lo fue en su día la censura franquista. Los oprimidos se vuelven opresores.

Pero es que, además, me parece increíble que personas cultivadas y de una alta formación no reconozcan la aportación del cristianismo a nuestra cultura, a nuestra historia y a nuestra sociedad. Siempre un muro cerca a la Iglesia y a la fe cristiana. O estás dentro o estás fuera. ¿Y qué?

¿Por qué una exposición religiosa es ofensiva y cualquier otra no? ¿Halloween no hace apología de su violencia terrorífica? ¿Y los escaparates del ciclo de comercio no son apología del consumismo desenfrenado? ¡¿Y por qué?!
Sin duda, el problema no está en la cultura expuesta ni en su relación con la creencia o increencia, sino en el receptor y su punto de vista subjetivo y predispuesto. Un portal de Belén es mucho más que un símbolo religioso, sin duda.
No es de extrañar que al exponer sus ideas, mi colega derive rápidamente en una crítica a la misma presencia de la Religión en la enseñanza. Dice que nunca llamará “compañero” al profesor de religión porque no ha aprobado unas oposiciones; docentes infiltrados a las órdenes del obispo que cuestionan lo que otros profesores como él enseñan en sus clases. Incluso acusa a nuestra compañera de “conseguir alumnos prometiéndoles un viaje de fin de semana en avión a Roma”.

Pues, estimado José María, creo sinceramente que aquí estás siendo estrecho de miras (otra vez sorpresa). Primero porque los compañeros interinos tampoco han aprobado unas oposiciones, y tienen toda nuestra consideración porque comparten la difícil tarea de educar. Segundo, porque no es el obispo al estilo cacique el que envía infiltrados a los centros públicos sino que somos los padres los que decidimos si queremos que nuestros hijos reciban o no una formación religiosa reglada y específica (algo que haría mucho bien a nivel cultural a todos los alumnos, por otra parte). Y, por último, porque decir que los alumnos se apuntan a la clase de religión para ir a un viaje más (por muy interesante y cultural que sea) es dejarlos, a ellos y a sus padres, a la altura del betún.

A veces se nos olvida que detrás de cada idea hay personas palpables y completas, con sus virtudes y sus defectos, pero que no se merecen críticas destructivas, sino constructivas. A veces se nos olvida que cuando publicamos nuestras ideas en internet también las manifestamos a los que tenemos al lado. A veces es mejor morderse la lengua, pero esta vez no lo he podido evitar…

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